«Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán». Jn. 15,8.
Si verdaderamente conociéramos la grandeza de Dios y todo lo que Él puede hacer en nuestras vidas, muchas cosas se resolverían sin duda alguna. Si en verdad supiéramos que el Pan que estamos comiendo es el Pan vivo bajado del cielo, nuestra vida cambiaría totalmente.

¿Por qué las dudas, preocupaciones, tristezas en nuestro corazón? Hoy el evangelio es muy claro: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos”.
Y Dios que se ha hecho Eucaristía por nosotros, vive en nosotros y es quien va transformando nuestros corazones y cura nuestras heridas. En fin, es el alimento perfecto para nuestra alma y es el quien conoce nuestras necesidades.
A veces, nos olvidamos que el pan que estamos comiendo es un privilegio que ni los ángeles del cielo han tenido.

Él es el que todo lo puede, separados de él, nada podremos hacer. Y Él que se hace pan para todos, solo pide de un muchacho que quiera abrir las puertas de su corazón y recibirlo y empezará la alegría en su corazón y una felicidad que no tiene fin.
Es importante mencionar ¡que no se pierda nada! Intentándolo, ese el secreto: Confiar y amar.
Con amor fraterno.
Michelle.