La esencia del amor verdadero

««Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».
Mateo 5, 43-48

 

      En esta Cuaresma, Jesús nos hace una invitación a mirar como Él nos mira. La mirada de Dios es una mirada de amor, misericordia y llena de compasión, una mirada que no es tan solo dirigida a justos, sino tanto a justos como pecadores y en esta última lista estamos tú y yo.
     Si profundizamos un poco más en este evangelio vemos como Jesús nos manda amar a nuestros enemigos, a rogar por ellos, por quienes nos persiguen, sin duda, esta no es una tarea nada fácil, ¿Cómo amar a nuestros enemigos?, si muchas veces no logramos amar a quienes nos aman, a quienes tenemos cerca, a quienes tenemos a nuestro lado…, desde una mirada plenamente humana esta tarea sí que es difícil y muy difícil o se podría decir casi imposible.
         Pero, ¿sabes cuál es la clave para lograrlo? Pedir a Dios, insistentemente, la gracia de amar como Él nos ama, pedirle con todo cariño, que nos preste su corazón, para amar con un amor perfecto y sin condiciones, un amor que esté siempre dispuesto a esperar, a dar sin esperar nada a cambio, a confiar, a sacrificarlo todo por la persona amada.
       El mundo necesita un amor como del que habla San Pablo en su primera carta a los Corintios:
      El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor        no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no              busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la              injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree,            todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.
 Esta es la esencia del verdadero amor, un amor que se hace fuerte y se puede cimentar únicamente en la cruz de Jesús. Pidámosle a nuestra Madre que nos enseñe a amar con ese mismo amor.  ¿Te animas a vivirlo en esta Cuaresma?
Con afecto fraternal.
Meli

Últimas Entradas

A %d blogueros les gusta esto: