“Con ustedes no debe suceder así”. Mateo 20, 28.

San Santiago Apóstol contemplando a Nuestra Señora

Jesús en el relato del desenlace de su vida y conociendo muy bien lo que tenía que suceder, recuerda a sus discípulos el verdadero sentido de la misión.  Poco antes de que se cumpliera lo que estaba escrito; ellos, sus amigos le piden los primeros puestos, en el evangelio de San Mateo se lo pide la madre de Santiago y Juan para sus hijos, en el evangelio de San Marcos son estos quiénes se lo piden directamente.

Por más que los regañaran los más cercanos, quizás fue el deseo más profundo de todos ellos: ocupar el primer puesto, el puesto de confianza, ser colaborador directo de un Rey cuyo reino no es de este Mundo, de hecho a mi me llama mucho la atención la idea.  Más Jesús, lleno de amor a sus amigos y siempre obediente al Padre, me vuelve a recordar, nos vuelve a recordar que el destino de sus discípulos no podrá ser distinto al de su Maestro, porque con la misma que lo midieron, serán medidos sus discípulos.  Una vara en forma de cruz;  Aquel que fue taladrado por nuestros pecados, aquel varón de dolores, como cordero llevado al matadero será el ideal cuándo nos preguntemos cómo amar hasta el extremo.

Santiago lo aprendería más tarde, deseando ya ser el último, fue el primero en morir predicando.  Aquel ímpetu y orgullo que lo llevarían a desear ver devastada toda una ciudad en el fuego por no recibir a su maestro, hoy nos enseña, me enseña, que aún debo seguir moldeándome por el Maestro.

¡Qué lección querido Santiago, morir sirviendo!; dando la vida por quién creías y amabas, como el grano de trigo que muere para dar fruto.

¡Feliz día querido Santiago, amigo y apóstol de Cristo, nuestro Señor y maestro!.

 

Cristina.

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