“Una voz, desde la nube, decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. (Mc 9, 2-10)

En una ocasión, hace ya algunos años, nos preguntaron: ¿Qué las diferencia a ustedes de otras comunidades de vida consagrada? Con un poco de nervios, pero llenas de la seguridad y el ímpetu que caracteriza a los jóvenes respondíamos de inmediato y casi sin pensarlo: ¡La alegría!. Hoy trece años después, viviendo nuestra “adolescencia” comunitaria, estamos seguras de que el asunto no va por ahí, es más, Dios nos libre del espíritu de tristeza o de la amargura del mundo que puede amenazar hoy a las comunidades de vida consagrada.
Entonces, ¿Qué nos diferencia?. No lo sabría, porque luego de estos años en esta comunidad de vida, que el Padre Dios nos ha colocado para florecer, nos hemos dado cuenta que, hay más cosas en común, de las que nos diferencian de otras comunidades, movimientos, agrupaciones, y sociedades.
Independientemente de cada espiritualidad o carisma, nos une el mismo Cristo, el Hijo de Dios vivo, el que tenía que venir al Mundo, (Mateo 16, 13-23). Nos une la alegría de quien descubre la piedra preciosa, nos apremia la misión que el Espíritu Santo de Dios nos ha dado a cada una, en este tiempo de la historia, donde quien proclama con su vida ser amigo de Dios, es perseguido, descartado y catalogado como enemigo del mundo, de sus éxitos y afanes.

Dentro de este caminito nos hemos dado cuenta, que no se concibe la verdadera alegría, sin la cruz, sin la entrega, sin renunciar a uno mismo y morir como el grano de trigo (Juan 12,24), y qué gran desafío se vuelve, para las comunidades, amar y servir mejor, en medio de una generación que pide signos y experiencias sensibles, cuando el secreto radica en vivir el día ordinario con un amor extraordinario.
Viendo este caminito recorrido, nos vemos cada vez, más pequeñitas, más dependientes de Dios, ya que sin Él nada podemos hacer (Juan 15, 5). Y así, insignificantes para el mundo, seguimos siendo testigos de su infinita misericordia, experimentada en tantas conversiones, reconciliaciones, sanaciones, ilusiones de niños y jóvenes por ser santos, tantos matrimonios y hermanas que han pasado por esta comunidad, que sólo podemos decir: ¡Qué Dios tan bueno tenemos! ¡Qué bien se está aquí Señor!.
Nuestra comunidad de vida, es tuya también, es una fraternidad permanente que la soñó Dios y la quiere para mostrar también su gloria, en medio de nuestras limitaciones y defectos, en medio de nuestra nada y nuestras miserias, el sobreabunda con su presencia paterna, y nos sentimos muy amadas y cada día nos preguntamos ¿Cómo pagaré al Señor, todo el bien que me ha hecho?. ¡Gracias Señor! Por seguir teniendo sueños de mar con tus jarcias, cuenta siempre con nosotras, como contaste con la Virgen María, con Magdalena y Moserrate, con Teresita e Ignacio, con Felipe Neri y Guadalupe, con, Goretti, Narcisa y Maxiliano, con Juan Bosco y Edith Stein, cuenta siempre con nosotras y con nuestro corazón de barro que tú harás de carne.
Y ahora que lo pienso, no nos diferencian muchas cosas, en la diversidad de carismas está la Unidad en tu corazón. Esa es nuestra consigna Jesús, que todos seamos UNO, como lo son, el Espíritu Santo, el Padre y tú. ¡Como lo sueñas tú! Y te pedimos nos ayudes a transfigurarnos cada vez más en ti.
¡Gracias por estos 13 años, Gracias por siempre Señor!
Con afecto fraterno.
Cristina.
