“Para comunicar al hombre su amor tierno de Padre, Dios necesita que el hombre se haga pequeño”. Papa Francisco.
Creo que hay algo gravísimo que puede suceder en la vida de un cristiano y es dejar el dejar de sorprendernos. A menudo escuchamos o vivimos anécdotas que guardan dentro de sí una señal del amor infinito que el Padre Dios nos tiene y que nos confirma la certeza de que está siempre con nosotros. ¡De qué se preocupa por nosotros!.
Para esto hay que tener los sentidos muy bien afinados, y el sentido de filiación divina muy presente.
Hace unos días estuve visitando en un hospital a una gran amiga, me dijo que vaya, qué necesitaba conversar conmigo, no la veía hace mucho pero para sorpresa mía, resultó que ya llevaba un mes internada, ¡Cuán ingratos podemos llegar a ser!. Su enfermedad avanzaba y algunas circunstancias no ayudaban mucho. Ella tiene una enfermedad muy extraña que afecta a los tejidos y la ha debilitado mucho. Su piel está muy lastimada, cómo con llagas.
Todo esto yo lo veía en directo, ella me lo mostraba, el gran detalle, qué no dejó de pasar desapercibido es lo que les quiero contar.
Durante dos horas conversamos, una anécdota tras otra, cosas que ha vivido en el hospital. Ya son cinco las personas con las que ha compartido su habitación, mientras ha estado ahí, ha conocido a gente maravillosa y que de repente ya no está. Ha leído libros de Santa Teresita, y otros que no recuerdo, escribe también su diario.
Todo esto me lo narraba entre sonrisas, me hablaba del sentido de la vida, de lo que sueña hacer después de salir de ahí, de no saber si estará viva, del dolor que siente al ver a sus amigos partir y de la felicidad que la embarga cuándo la visitan.
Su ánimo alegre la ha ayudado a recuperarse pronto, aunque debe estar en tratamiento permanente, espera ya salir del hospital con ansías. ¡Quiere ayudar mucho en su parroquia, servir cómo siempre lo ha hecho!
Definitivamente es una pequeña abandonada en el querer de su Padre del Cielo, es una niña grande, es otra Teresita en la tierra, una gran amiga que me ha regalado el buen Dios. Y sin ella imaginarse, viendo y acariciando yo sus llagas yo una vez más me he encontrado con Cristo.
«Lo más increíble de los milagros es que ocurren.» G. K. Chesterton.
Cristina.
@chapus2012