Palabra y Eucaristía

Por gracia de Dios, he participado con mis hermanos de comunidad del Congreso Internacional Eucarístico, en particular del Simposio Internacional Teológico sobre la Eucaristía y aún resuenan en mi mente y en mi corazón las ponencias y experiencias que Dios nos ha permitido vivir en estos días de gracia a todos aquellos que hemos participado en esta maravillosa instancia eclesial.

Participar en este Simposio me ha permitido ser testigo de primera mano de la universalidad de nuestra Iglesia Católica y de la talla intelectual de tantos teólogos que han dedicado su vida a tratar de entender en mayor profundidad los misterios de nuestra Fe.

Nuestra Iglesia, Madre y Maestra, busca abrazar a todos y se sienta a “dialogar” con los hombres de nuestro tiempo, tratando de entender las realidades de este momento histórico de la humanidad en la búsqueda de inculturizar el Evangelio aquí y ahora, lo que implica entender la cultura y rescatar de ella lo que puede servir como base para predicar la buena nueva del Evangelio.

Esto es algo que la Iglesia siempre ha hecho desde sus inicios, sin embargo, no debemos perder de vista que la fuerza de la Palabra de Dios y el anuncio de los misterios de nuestra Fe trascienden y superan cualquier esfuerzo humano que hagamos, ya que Dios a través de Su palabra siempre produce un efecto en los corazones que va mucho más allá de nuestros pobres esfuerzos humanos (Isaías 55, 11)

La fuerza de la Palabra es tal, que nuestro rol como evangelizadores en muchos casos, consiste en no poner barreras para que esta Palabra sea predicada con el poder del Espíritu Santo, tal y como manifiesta San Pablo a los Corintios “Yo mismo me sentí débil ante ustedes, tímido y tembloroso, mis palabras y mi mensaje no contaron con los recursos de la oratoria, sino con manifestaciones de espíritu y poder” .1ª Corintios 2, 3-4

Leí en alguna oportunidad una reflexión del Cardenal Cantalamessa (el predicador del Papa), que existen dos maneras de Evangelizar, una vía normal basada en nuestra inteligencia y buena disposición y una manera “profética”, basada totalmente en la fuerza y el Poder de Dios Hc. 4,33: “Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía”.

En la maravillosa ponencia que compartió con nosotros el Padre Blanco (Doctor en Teología de la Universidad de Navarra), los participantes del Simposio, recorrimos junto con los caminantes de Emaús, ese itinerario que todo discípulo debe vivir, de pasar del desánimo e incluso de la discusión a la alegría y el gozo que produce la predicación de la Palabra que a su vez nos prepara para recibir el DON por antonomasia que es la presencia VIVA y REAL de nuestro Señor en la Eucaristía, donde se abren nuestros ojos y reconocemos a Jesús que nos amó hasta el extremo y que nos nutre con Su cuerpo y con Su sangre y nos envía a la misión, porque es que después de esa experiencia, no nos podemos callar, debemos salir y proclamar con el corazón desbordante de gozo y alegría que: “¡Verdaderamente el Señor ha resucitado!”.

Pidamos al Señor que nos permita entender que LA IGLESIA VIVE PARA EVANGELIZAR y que los métodos que debemos utilizar son los que nos enseñó Jesús, DEBEMOS anunciar a tiempo y a destiempo que tenemos un Dios que nos ama y se hace presente en la Eucaristía, porque como decía el venerable Fulton Sheen: La Historia de amor más grande de todos los tiempos está contenida en una pequeña hostia blanca.

Que nunca olvidemos que Palabra y Eucaristía, siempre van de la mano, aprendamos de nuestra Madre Santísima que escuchó la Palabra, creyó en la Palabra, la custodió en su vientre y la entregó al mundo.

Fabio Luis García Gómez.

Miembro consagrado Base de la Comunidad Misionera Jarcia

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