Tratadito sobre la humildad. ¿Es posible?

«La humildad es la madre de los gigantes, uno ve grandes cosas desde el valle, pero solo pequeñas cosas desde la Cumbre». G.K. Chesterton.

           

Si bien es cierto existen un abanico de virtudes que nos ayudan a alcanzar la santidad, pero hay una que es la base, que sostiene a cada arista del abanico y esta es la humildad.

La persona humilde, primero reconoce su nada, sus limitaciones, acepta que Dios es el todopoderoso y que necesita de su gracia, el alma humilde a su vez, es obediente y esa obediencia lo lleva a equivocarse menos, porque su mirada y su corazón solo desean hacer la voluntad de Dios Padre, también un alma humilde es un alma generosa desprendida de sí mismo, mira y antepone siempre el bien de los demás, que el propio, el alma humilde despunta de sí mismo, con un brillo y una luz única que alumbra cada rincón por el que camina.

Pero ¿Se puede ser humilde? Sí, si se puede, es cierto que esta es la virtud más bella y perfecta, pero a su vez es la más complicada de alcanzar. Es por ello, que el alma primero debe fomentar en sí misma el deseo y la sed de alcanzarla, segundo debe mirar a María, mujer perfecta, sin mancha y ejemplo de humildad y también mirar siempre a Jesús el maestro que siendo grande, se hizo pequeño entre nosotros, siendo el primero se hizo el último, mirar a los santos y la perfección a la que llegaron gracias a esta virtud y por último y no menos importante, pedir incansablemente a Dios Padre la gracia de poder alcanzar tan hermosa virtud.

«Porque todo el que se ensalce (y se mire a sí mismo), será humillado; y el que se humille (y sirva mejor y lo de todo hasta consumarse) será ensalzado«. Lucas 4, 11.

Con amor fraterno, Melissa. @m_licita12

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