Hoy le pedimos al Padre Dios por medio de nuestro abogado el Espíritu Santo que nos de la gracia de una fe combatiente que nos aleje de cualquier duda sobre nuestro llamado, que nos aparte del corazón cualquier desesperanza ante un escenario poco alentador para nuestra conversión total y la de todos los pecadores. Le pedimos la gracia de renovar con ilusión todos los días el primer amor, ese amor que en aquel encuentro inolvidable nos hizo también exclamar: “¡Hemos encontrado al Mesías!”.

Le pedimos la gracia de renovar siempre con fuerzas nuevas nuestro deseo de evangelizar todos los confines de la tierra, a proclamar lo que hemos visto y oído. ¡La Buena Noticia anunciada a los pobres! Para ya nunca más mirar hacia atrás, para ya nunca más llorar por las cebollas que dejamos en Egipto y para que Cristo no sea nunca una ocasión de tropiezo como lo fue en los hombres y mujeres viejas que dejamos atrás. Le pedimos la gracia de amarlo con todo el alma, con todo el corazón, con todas nuestras fuerzas, solo así seremos como la Santísima Virgen María a quien las generaciones llaman dichosa por haber creído.
Que en cada eucaristía y cuando vuelva nuestro Señor con gloria podamos exclamar como San Juan Bautista: “He ahí al Cordero de Dios, al que quita el pecado del mundo!.
Mar Adentro.
Cristina.
Comunidad de Vida.